Por Dra. Daniela Garré

En conjunto la alimentación y la nutrición desempeñan funciones importantes en el mantenimiento de la salud y el bienestar en todas las etapas de la vida, no solo por el aporte de nutrimentos, sino por ser una forma placentera de estrechar los vínculos interpersonales y sociales.

El estado de nutrición en las personas adultas mayores está relacionado con el proceso de envejecimiento y por el estado de nutrición mantenido a lo largo de la vida.

Durante el envejecimiento, se producen diversos cambios como el aumento o disminución de órganos internos, tejidos musculares y tejidos óseos de nuestro organismo (masa magra corpórea), resultado de alteraciones metabólicas y alimentarias, de sus capacidades funcionales, en ocasiones por la polifarmacia y por la situación socioeconómica, que afectan al estado nutricional de las personas y que en varios casos coinciden con la presencia de enfermedades crónicas no transmisibles.

Una alimentación saludable para adultos mayores es crucial para mantener su salud y bienestar en general. Aquí hay algunas pautas generales para una dieta equilibrada:

Frutas y verduras: Incluye una variedad de frutas y verduras de diferentes colores para obtener una amplia gama de nutrientes, vitaminas y antioxidantes. Estos pueden ayudar a reducir el riesgo
de enfermedades crónicas y mejorar la salud en general.

Fibra: Opta por alimentos ricos en fibra, como granos enteros, legumbres, frutas y verduras. La fibra ayuda a mantener la salud digestiva y puede ayudar a prevenir problemas como el
estreñimiento.

Proteínas magras: Incluye fuentes de proteínas magras en cada comida, como pescado, pollo sin piel, carne magra, huevos, y productos lácteos bajos en grasa. La proteína es importante para
mantener la masa muscular y la fuerza, así como para apoyar la salud general.

Calcio y vitamina D: Asegurarse de obtener suficiente calcio y vitamina D para mantener la salud ósea. Buenas fuentes de calcio incluyen productos lácteos bajos en grasa, tofu, almendras y
vegetales de hojas verdes. La vitamina D se puede obtener a través de la exposición al sol y alimentos fortificados, como la leche y los cereales.

Grasas saludables: Elegir grasas saludables, como las que se encuentran en el aceite de oliva, aguacates, nueces y pescado como el salmón y el atún. Estas grasas pueden ayudar a reducir el
riesgo de enfermedades cardíacas y promover la salud cerebral.

Control de sodio: Limitar la ingesta de sodio al elegir alimentos bajos en sodio y reducir la cantidad de sal agregada a las comidas. Esto puede ayudar a mantener la presión arterial en un rango saludable y reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.

Hidratación: Beber suficientes líquidos, preferiblemente agua, a lo largo del día para mantenerse bien hidratado. A medida que envejecemos, a menudo perdemos la sensación de sed, por lo que
es importante recordar beber incluso si no siente sed.

Recuerda que las necesidades nutricionales pueden variar según la salud individual, las condiciones médicas y el nivel de actividad física, por lo que es importante consultar con un profesional de la salud, para obtener recomendaciones específicas.

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Alimentación en el adulto mayor
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